
Cinco días sin electricidad en sectores rurales revelan la necesidad urgente de modernizar la gestión ante emergencias climáticas.
En la sociedad moderna, en constante evolución y digitalización, las tareas cotidianas han sido transformadas por la tecnología y la conectividad. La vida diaria ya no depende únicamente de herramientas tradicionales, sino que está sustentada por la tecnología, que facilita desde el trabajo hasta la educación y la salud. Sin embargo, las infraestructuras que nos proveen de los servicios esenciales, como la electricidad, no han seguido el mismo ritmo de transformación. Hoy, un corte prolongado de luz en zonas rurales, como el ocurrido en el Camino a Pichi Parga, donde las familias llevan cinco días sin servicio, refleja la desconexión entre las necesidades de la sociedad moderna y la capacidad de respuesta de las instituciones encargadas de suministrar este servicio.
La Cooperativa Regional Eléctrica Llanquihue Ltda. (CRELL) ha sido la encargada de abastecer no solo a los sectores rurales, sino también a áreas urbanas de ciudades como Puerto Montt y Puerto Varas. Hoy, más de 30,000 personas dependen de su servicio, muchos de ellos residentes en zonas rurales vulnerables. Esta cooperativa, creada hace más de 70 años por agricultores de la provincia de Llanquihue, ha jugado un papel fundamental en el suministro de electricidad en regiones alejadas. No obstante, la situación actual pone en evidencia una vez más las dificultades inherentes a la infraestructura eléctrica, que no ha evolucionado al mismo ritmo las demandas de la sociedad.
Las familias rurales y los pequeños agricultores dependen no solo de la luz para sus hogares, sino también para mantener sus actividades productivas, desde el riego hasta la conservación de alimentos y la operación de maquinaria esencial. En el contexto de un mundo cada vez más interconectado, la electricidad se ha convertido en una necesidad básica para las actividades económicas, las comunicaciones y, por supuesto, la salud.
En la sociedad moderna, donde las tareas del pasado se han optimizando con nuevas herramientas, parece inaceptable que el suministro eléctrico no haya logrado adaptarse a la rapidez con la que avanzan los tiempos. La infraestructura de la electricidad, especialmente en áreas rurales, debe modernizarse para ser más eficiente, menos susceptible a los efectos de fenómenos naturales y más ágil a la hora de resolver problemas que afectan a las comunidades.
La responsabilidad de garantizar un servicio eficiente no solo recae en las empresas como CRELL, sino también en las autoridades competentes. Es crucial que tanto el sector privado como el público trabajen de manera conjunta para fortalecer las infraestructuras y asegurarse de que la electricidad no solo sea un servicio de lujo en tiempos de calma, sino una herramienta básica y confiable para el progreso económico y social.
El futuro de las comunidades rurales depende de que sus infraestructuras básicas se alineen con las exigencias de un mundo cada vez más interconectado y tecnológico. No podemos permitir que la desconexión de estos sectores, por un corte prolongado de electricidad, se convierta en la norma.