Por: Juanclaudio García Filún – Presidente del Centro de Estudiantes de Administración Pública UACh Sede Puerto Montt
Esta semana, Chile y la Región de Los Lagos se enfrentan a una elección que combina los niveles regional y comunal. Los ciudadanos deberán decidir quién asumirá el liderazgo de las comunas a través del sillón alcaldicio y el concejo municipal, mientras que también votarán por segunda vez para elegir al Gobernador Regional y su respectivo órgano fiscalizador, el Consejo Regional. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos constantes de las candidaturas por resaltar la importancia de sus roles en cada institución, gran parte de la ciudadanía sigue sin comprender plenamente los cargos de elección popular, especialmente los regionales. Aunque existe un entendimiento más claro sobre las concejalías y alcaldías, la función de los Consejeros Regionales (CORES) y del Gobierno Regional (GORE) no es clara, y lo que es peor, parece haber poco interés en comprenderlo.
El desapego y la desconfianza hacia la política se han convertido en una constante en la sociedad chilena. Este malestar ha llevado al mundo político a implementar medidas como el voto obligatorio, en un contexto donde el voto voluntario ha caído a niveles históricos, afectando así la representatividad de las autoridades electas. Un claro síntoma de esta situación se observa en las elecciones actuales, donde la ciudadanía ha manifestado un notable desinterés por comprender las funciones y responsabilidades que se juegan a finales de octubre. Ante esto, la pregunta es obvia: ¿Qué provoca este desinterés?
Si bien se podría atribuir a la percepción constante de inseguridad o al estancamiento económico que siente parte de la población, estos son solo síntomas de un problema más profundo. Este es la impresión de una clase política codiciosa y oportunista que utiliza sus cargos para satisfacer ambiciones personales, percepción que se ve alimentada por los constantes escándalos públicos que involucran a figuras políticas reconocidas; desde el caso de los audios hasta los convenios cuestionados, pasando por las formalizaciones de políticos desde el Partido Comunista hasta la UDI, o la reciente salida del Subsecretario Monsalve tras una denuncia de abuso sexual (sin mencionar las investigaciones en su contra por posible obstrucción a la justicia). Todo esto deja un sabor amargo en la población y genera una repulsión tanto hacia los políticos como hacia la política misma.
La situación se agrava aún más con los escándalos locales, como la destitución del alcalde de la capital regional y los cuestionamientos sobre los traspasos de recursos por parte del Gobernador regional, escándalo que dejó a la ex administradora regional en prisión preventiva. Esto ha puesto en evidencia una grave crisis de probidad, que es precisamente el núcleo de esta discusión.
Las faltas a la probidad y a la ética pública por parte de autoridades y actores relevantes revelan un deterioro ético palpable en el país. Este deterioro alimentó el estallido social, cuyo aniversario se conmemoró hace pocos días, que, aunque no se recuerda con cariño debido a los actos violentos vividos, sí evoca nostalgia por su capacidad para poner sobre la mesa las necesidades del momento y sacudir el sistema político. Hoy las lecciones son claras: Los Lagos debe elegir (no voluntariamente) quiénes serán los próximos responsables del liderazgo regional y comunal, y serán estas nuevas autoridades quienes, mediante sus acciones y respuestas, podrán ofrecer señales de renovación a una ciudadanía cansada y fatigada por la política superficial, ciudadanos que es probable no enciendan sus televisores para conocer a sus nuevas autoridades.